El Doble Centro del capitalismo y el Manifiesto Millenial


Frente a las dos entradas anteriores, vamos a centrarnos ahora en analizar la perspectiva contraria: la recreación en la llamada cultura millenial, la de los llamados Millenials o Generación Z, representada quizás por la youtuber española Ter y muchos otros más, así como cantantes como Conan Gray.

               ¿Pero a qué nos referimos al decir “cultura millenial”? Nos referimos a la cultura posmodernista gestada en Internet, sobre todo desde la caída de la URSS y la postulación de la hegemonía del neoliberalismo a nivel mundial. Durante todos estos años hemos asistido a una eliminación de los metarrelatos (posmodernismo), junto a la expansión de los valores del “American Way of Life”, consistentes, básicamente, en un modelo de vida orientado a la productividad bajo el eslogan de la búsqueda de la felicidad, lo cual, en cierto modo, se ha convertido en una especie de metarrelato en tanto que todos lo aceptamos como verdad universal y objetivo obligatorio. Ahora bien, es cierto que esta búsqueda ha estado presente en menor o mayor medida a lo largo de la historia de la humanidad, aunque es durante esta época cuando tome una mayor importancia, casi de forma obsesiva, y si se duda sobre algo es sobre la manera de lograrla. Así, en un primer momento el modelo preferido por la mayoría será el ya mencionado americano, el que aparece en las películas de Hollywood: empleo –de oficinista, por lo general-, familia e hijos, consumismo… Aunque, como ya mencionamos en la primera reflexión, surgen movimientos de reacción, otras vías de lograr la felicidad: los que lo buscan en la filosofía oriental, los que lo buscan en modelos anti-sistema (y cuando digo anti, me refiero literalmente a que son lo contrario, dedicándose a negar de forma sistemática cualquier verdad o modelo de ese modelo americano)… Pero todos ellos, repito, coinciden en la búsqueda de la felicidad, por lo que los valores, aunque en apariencia puedan parecer diferentes, radican siempre en una misma base judeo-cristiana. Por ejemplo, podemos ver en el movimiento New Age un ejemplo muy claro, siendo esta gente aquella que busca en elementos de culturas orientales elementos nuevos que les puedan hacer felices: la meditación, valores en apariencia diferentes… Pero, al fin y al cabo, ¿el karma, el no hacer al otro lo que no se quiere que te hagan a ti, la meditación y un largo etcétera no son, en esencia, exactamente los mismos valores morales que defiende el cristianismo? Como dijo Nietzsche, matamos a Dios, su figura, pero no la moral.
               Y con Internet el problema no ha hecho sino crecer más y más, de modo que hay miles de alternativas diferentes al modelo americano. Y ante esta aparente falta de centro (al estilo post-estructuralista), nos encontramos con una juventud perdida, que busca satisfacer el deseo de felicidad (que, de hecho, constituye el centro de nuestro pensamiento y nuestras vidas) que le han enseñado durante toda su infancia al mismo tiempo que quiere ser productiva, pero que no sabe cómo. Por tanto, el panorama del sistema actual tiene dos centros opuestos pero coexistentes: por un lado, la búsqueda de la felicidad a toda costa y, por otro, la obligación de la productividad. Y ante él, ante el individuo de esta juventud, se alza una cultura construida en Internet, la cultura millenial, que busca recrearse en esa pérdida de medios –y no tanto de valores- y retirarse a una especie de postura hedonista auto-destructiva, basada en gran medida en una especie de adoración desmedida de unas nuevas figuras: los influencers, los youtubers… Que se muestran como figuras felices, el modelo de vida que, sin embargo, no imitamos, pues es un medio que se muestra como para unos pocos que se atreven a dar el paso. Al fin y al cabo, la fama es para unos pocos. La gente se entretiene y olvida sus problemas, y así puede llenar su vacío y sentir esa supuesta felicidad. Ve la notificación de un nuevo vídeo o publicación en Instagram, y una oleada de felicidad le recorre todo el cuerpo.
               Sin embargo, aunque esta cultura millenial es cada vez más frecuente, sobre todo entre la gente más joven, todavía hay preeminencia de la cultura y los modelos tradicionales, en una lucha de los valores de productividad frente a los del hedonismo millenial, respuesta a la paradoja de los dos centros del capitalismo. Hay que estudiar, trabajar, ser útil, culto, y no dejarse llevar por las redes sociales e ignorar la realidad. No hay que mirar el móvil, hay que leer, vivir el momento; pero ¿y si me hace feliz mirar el móvil, entonces que tiene de malo esa retirada a los valores hedonistas?

Ante esto, surgen posturas como la de la youtuber Ter, que manifiesta en todos sus vídeos su profunda aceptación de la cultura millenial, y se recrea en ella. Ter cumple con el modelo de millenial con autoestima por los suelos que no encuentra sentido a su vida, a menos que se abandone a las redes sociales; y, por ello, las adora sin tapujos, a diferencia del resto de personas. Ella defiende la sociedad del consumo, la sociedad de lo pulido: ama a las Kardashian, que son uno de los elementos que más muestran el vacío de esta sociedad, pues tan sólo es el día a día de estas hermanas ricas, que compran lo que quieren sin hacer nada que pueda enriquecer de modo alguno al espectador más allá del entretenimiento vacío. Sobre las implicaciones psicológicas de este abandono hablaré en la siguiente entrada.
En su canal, Ter trata una gran variedad de temas, desde aquellos relacionados con la arquitectura (puesto que es arquitecta) hasta temas puramente millenial, como las ya mencionadas Kardashian o Poppy, como ya cité en mi entrada anterior. Asimismo, utiliza sus herramientas de arquitecta para analizar cosas que en principio puedan parecer absurdas, como puedan ser sus diversos análisis de emojis. Pero, en cualquier caso, siempre muestra su alegría y agrado por la superficialidad (es curioso que esa alegría y agrado también sean superficiales), bajo la idea base de que está realizando una performance en defensa de la cultura millenial continuamente, sin criticarla. Por ejemplo, en el análisis de Poppy, Ter es consciente de la crítica de Poppy, de lo vacía que muestra nuestra sociedad, pero se recrea en su actitud aparente, en la actitud de Poppy sin plantearse realmente las implicaciones que el vacío millenial genera en nosotros. Su vida está vacía, pero ella persiste en mantenerse dentro de los productos del sistema, haciendo y pensando todo lo que le han enseñado y ve cada día en Internet. Y sus seguidores ven un aliciente a su hedonismo en ella, quieren ser así; pero se quedan en repetir lo que dice y ver sus vídeos.

Por otro lado, quería también mencionar al cantante Conan Gray. Este cantante, de origen estadounidense-japonés, empezó como youtuber subiendo su día a día sin más, sus ratos de ocio y sus rutinas sin más, con alguna que otra reflexión corta, pero siempre de forma superficial. Eso sí, la estética está muy cuidada, la estética pulida que caracteriza a los millenials por lo general, una estética con música electrónica de fondo, con colores que recuerdan en muchos casos a estilos del siglo pasado. Siempre hay, detrás de la cultura millenial, un deseo de regreso al pasado, a ese pasado socialdemócrata del mundo durante la Guerra Fría, en el que la población estaba entregada al consumismo más exacerbado, con el modelo de familia y trabajo fijo en el que no les explotaban y todo iba bien. Pero el neoliberalismo lo destruyó completamente, aunque nosotros seguimos anhelando ese pasado. De ahí la estética.
Además de youtuber, Conan Gray también es cantante. Sus canciones tratan acerca de los problemas típicos de su generación, siempre relacionados con las redes sociales y el placer inmediato, con el dolor latente de querer ser productivo sin lograrlo, debido a la obsesión con las redes sociales (fruto, precisamente, de ese dolor, lo cual genera un círculo vicioso auto-destructivo). Entre algunas de sus canciones están Crush Culture o Lookalike, que tratan sobre los romances sin éxito (algo bastante típico de cualquier época), aunque en el primer caso está presente durante toda la canción el elemento del Smartphone como una de las claves de esa depresión o tristeza, al mismo tiempo que felicidad, por el crush o la persona que te gusta (y así lo vemos en el videoclip, el cual recuerda mucho a las películas y series de instituto de los 80 y 90, así como a las películas Disney posteriores como High School Musical, siempre remitiendo a esa vida ideal de instituto en la que la productividad no es lo más importante). Voy a citar el estribillo de su cancón Generation Why:

'Cause we are the helpless, selfish, one of a kind
Millennium kids, that all wanna die
Walking in the street with no light inside our eyes
We are the worthless, cursed with too much time
We get into trouble and lose our minds
Something that I've heard a million times in my life
Generation Why

               Esta canción, y en concreto el estribillo, refleja bastante bien a las generaciones millenial y Z, especialmente esta última (aunque siempre se diga, y yo también lo haga, cultura o generación millenial para agrupar a ambas por su similitud). Podemos ver la mayoría de características que ya he explicado antes: indefensos –ante un sistema esquizofrénico que te vende la felicidad pero te pone todas las trabas posibles para lograrla-, egoístas –por no ser lo productivos que quisiera el sistema capitalista-, únicos en nuestra especie –pues nuestras características no se han dado jamás, en tanto que tenemos las facilidades y las comodidades que ninguna otra generación ha tenido nunca antes-, todos quieren morir, sin luz en nuestros ojos –por esa indefensión-, inútiles –abandonados a las redes sociales porque así le conviene al capitalismo para no rebelarnos y mantener el sistema consumista, pero sintiéndonos culpables porque ese mismo sistema nos ha dicho que debemos ser productivos-, malditos con demasiado tiempo libre, nos metemos en problemas y perdemos la cabeza. Y por último, el título de la canción: Generation Why, pues nos hallamos ante una encrucijada constante entre el hedonismo que vivimos y la productividad que se supone que deberíamos tener, entre los dos centros del sistema capitalista.

              Y es que quizás el problema no es la cultura millenial en sí, sino el propio sistema capitalista. Quizás el problema no es la falta de modelos, sino la existencia de demasiados y unos valores incoherentes entre ellos. ¿Cómo podemos ser hedonistas y productivos a la vez? Mantenemos el sistema comprando lo que quieren que compremos, haciendo lo que ellos quieren, nos abandonamos al disfrute momentáneo, y enfermamos mentalmente porque no podemos unir esta actitud con lo que se supone que debemos tener. Y precisamente por esta encrucijada, quizás debamos escapar un poco de la dualidad, de juzgar si es bueno o malo, escapar del modelo de felicidad, para poder ver las cosas en perspectiva: ni abandonarse a la esquizofrenia ni rechazarla, pues al final ambos caen en el mismo error, y los pares se engendran y perpetúan mutuamente. Quizás deberíamos ir a un modelo realmente post-estructuralista, como la realidad en sí (o al menos eso opino desde mi perspectiva taoísta), y aprender a vivir sin buscar siempre objetivos fijos y de forma obsesiva; aunque claro, ello comportaría un derrocamiento del sistema capitalista, a menos que aprendiésemos a que el sistema existiera para nosotros y no nosotros para el sistema, pues es ahí cuando surgen los problemas, cuando se supone que todo está hecho para satisfacer nuestras necesidades y hacernos lograr la felicidad, pero en realidad se educa a la gente para mantener el sistema, con un choque entre unos valores morales puramente “humanos” y otros de carácter “productivo”. Quizás no debamos alimentar ni a la bestia mecánica, a la productividad, ni a la bestia emocional, la felicidad; rehuir ambas para lograr un equilibrio.
               Pero si algo está claro, es que recrearse en la cultura millenial, como hacen los dos youtubers mencionados –y muchos más-, no te lleva más que a mantenerte dentro de los límites que el capitalismo quiere y que el sentimiento de culpa por falta de productividad y la incoherencia te lleven a enfermar mentalmente, de modo que recrearse en la cultura millenial no es sino un modo de auto-destrucción. A menos que hagamos lo que ya dije en el párrafo anterior, o aceptemos que no queda otra y nos retiremos a una montaña el resto de nuestras vidas, veo muy crudo el panorama para las generaciones futuras.

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