El cambio climático


Me encontraba mirando mi timeline en Facebook (cosa que hago bastante poco) cuando vi un vídeo compartido por una amiga en el que una niña de 10 años, Greta Thunberg, estaba dando un discurso acerca de la falta de futuro para los jóvenes y niños de la actualidad a causa del cambio climático y cómo miramos hacia otro lado, centrándonos en otras cosas como puedan ser los famosos influencers, las redes sociales, o en las galas de cine (como en la que, curiosamente, se encuentra ella recibiendo un premio a mejor documental sobre el cambio climático). Esto me ha hecho reflexionar acerca de la naturaleza del trato que le damos al cambio climático en la actualidad, especialmente para la gente joven, y el porqué de esta actitud.

Para hablar de la relación del cambio climático con la juventud, debemos partir de los primeros contactos, los cuales tienen lugar en la infancia -o al menos así fue en mi caso. Es durante la educación primaria cuando se nos empiezan a dar charlas, una detrás de otra, acerca de algo que no tenemos muy claro qué es: una especie de efecto producido por la contaminación y que es muy malo. Conclusión: no hay que contaminar. Pero bueno, somos niños y no nos interesa lo más mínimo si hay que contaminar o no: para nosotros no hay futuro, sólo queremos divertirnos, y precisamente "el cambio climático" nos está quitando tiempo para divertirnos. Menuda paradoja.
Por tanto, ya asimilamos en este estadio tan temprano el cambio climático como algo negativo; pero no el cambio climático como fenómeno sino como concepto. Es un poco como la moral: nos la imponen, y por ello debemos transgredirla. Y más con lo que nos enseñan después de que debemos ser nosotros y hacer lo que sentimos. La típica esquizofrenia capitalista, ese Gran Otro confuso y contradictorio que nos lleva a actuar en muchas ocasiones de forma cínica con fuerte sentimiento de culpabilidad, que no hace sino provocarnos crisis y malestar con nosotros mismos que evadimos mediante las redes sociales (aunque esa evasión no es más que algo momentáneo).
Y una vez superamos la infancia y entramos en la adolescencia, el fantasma del cambio climático no nos abandona, y ya nos lo encontramos hasta en la sopa. ¡Y es que hasta en las redacciones de inglés es uno de los temas más recurrentes! Personalmente, quizás de uno de los temas que más vocabulario me sepa en inglés sea precisamente sobre el "climate change", y lo he llegado a detestar con todo mi corazón de todas las veces que he tenido que hacer redacciones repetitivas, una y otra vez con los mismos argumentos, sobre ello. Y precisamente se vuelve un patrón: repetir una y otra vez y lo mismo, memorizar lo malo que es, como una especie de moral. Y ahí es donde se encuentra uno de los problemas fundamentales: transformamos un tema de la naturaleza, algo totalmente incontrolable y que si se desata no tiene piedad alguna; va más allá de lo humano, nos supera. Y me gusta pensar cuando pienso en esta superación, en el mundo natural como base de nuestra realidad, en un fragmento de un poema del Dao De Jing: "El Cielo y la Tierra son despiadados, tratan a todas las cosas como a perros de paja [...]". Pero a nosotros nos gusta pensar desde nuestra visión cristianocéntrica y simplista de que hay un Dios todopoderoso que nos puede librar del mal y la catástrofe, un Dios piadoso, una especie de fuerza universal que con un golpe todo lo encaja o lo desajusta. Pues habrá que ser buenos cristianos para que no nos destruya, y, así, podemos seguir consumiendo felizmente.

Independientemente del cristianismo, hay otro factor fundamental que hace que no nos centremos en el problema y miremos hacia otro lado como si no nos afectase (sobre todo a la gente joven): la sociedad del escaparate. Todo nos parece mentira. El otro día pensaba en la cantidad de gente de mi edad que dice que quiere morirse, la cual yo estimaría en el 90% (y no digo más porque puede parecer exagerado); y cuando digo que lo dicen, es que lo repiten hasta la saciedad y realmente no les importaría morir. Pero, por otro lado, defienden que hay que vivir y todos los valores bonitos Disney que nos han enseñado. De nuevo la maravillosa esquizofrenia capitalista: enseñemos valores que defiendan el derecho a vivir y ser feliz pero al mismo tiempo hagamos que se sientan infelices y con vidas vacías, y sólo mediante el consumo podrán ser felices (eso sí, un consumo bastante imposible en muchos casos y que en muchos otros lleva a una vida de esfuerzo sólo para tener dinero para poder comprar el móvil que quiero, porque claramente me va a hacer feliz). Pero volvamos a lo que estaba diciendo. Todos quieren morirse, pero en realidad nadie quiere; todos rechazan la vida pero temen la muerte. Y si dije antes que lo dicen y que no les importa morir, es porque realmente no les importa, porque no piensan en la muerte en sí sino en una especie de salida a sus problemas; y es cuando piensan en la muerte en sí cuando se asustan y nadie hace nada (por suerte). Y es que igual ocurre con el cambio climático: todos estamos excesivamente concienciados, todos sabemos las causas, las consecuencias y las soluciones, pues las hemos estudiado y nos hemos incluso examinado de ellas; en nuestros timelines no paran de aparecer preciosos vídeos o mensajes que nos conciencian acerca de la gravedad y que debemos actuar ya, y nosotros asentimos mientras damos un "me gusta" y compartimos, y deslizamos el dedo hacia arriba para seguir viendo nuestro timeline (la estética de lo pulido, como diría Byung-Chul Han, que se ha adueñado de nuestras vidas). Y es que nada nos parece real, vivimos en una burbuja de estímulos en la que un perrito haciendo cucadas y un vídeo sobre el apocalipsis que se nos viene encima tienen la misma reacción: me gusta y compartir, y a ver más. No sentimos nada, sólo queremos más y más, llenar nuestro vacío interno; puro valor de cambio. De vez en cuando pienso en que quizás el posmodernismo no es tan positivo como parece, pues nos lleva a no tener metarrelatos, cierto, y parece que por fin podemos pensar con libertad y sin prejuicios; pero es que el capitalismo no nos lleva a pensar en nada, sólo llenarlo con cosas superfluas y vacías, que apenas duran un segundo y queremos más y más, y al final nada nos parece verdadero ni falso. Y cuando nos planteamos un poco el cambio climático enseguida lo rehuimos y buscamos otras cosas más felices, pensando que realmente no es tan grave. Total, sólo han subido unos pocos grados o está siendo el verano más caluroso de los últimos 50 años, no es para tanto.   
Ya no sabemos qué es real y qué no, y el bombardeo masivo que recibimos desde la infancia acerca de la importancia del cambio climático se postula en nosotros como un Gran Otro que nos lleva a hablar y defender la no contaminación, el peligro que conlleva... Pero en ningún caso nos lleva a actuar de verdad, si acaso lo dejamos para el día de mañana. Si no sé si nada es real o no, si no lo siento y vivo de primera mano, ¿entonces por qué habría de preocuparme por ello? Mi prioridad es ser feliz y olvidarme de las preocupaciones.

Precisamente a partir de la sociedad del escaparate surge un movimiento sobre el cual quizás sería interesante reflexionar y son todos los movimientos "anti-sistema", por así llamarlos, que rechazan sistemáticamente todo lo “sistemático” (valga la redundancia) u oficial. Así pues, nos encontramos movimientos varios, como el Flat Earth Society, los anti-vacunas, los que creen en sociedades secretas... Y, por supuesto, el cambio climático. Un movimiento muy anti-cambio climático es el de los Chemtrails, que defiende que es precisamente el hombre mediante aviones fumigadores el que está cambiando el clima; y con esto nos encontramos, en cierto modo, el discurso de Dios del que hablé antes, aunque ya no es Dios, sino que ahora es el hombre el que puede cambiar el clima a su antojo, así que no podemos hacer nada porque... ¿Para qué, si al fin y al cabo son corporaciones gigantes mega malvadas las que lo están llevando a cabo y no van a cambiar lo que están haciendo?

Por tanto, entre unos que defienden de palabra pero no de facto que hay que frenar el cambio climático, otros que rechazan su existencia y se ponen a protestar por cosas que son propiamente del mundo humano (y con esto me refiero al pensamiento humano en general) y nada tienen que ver con el natural, y otros a los que no les importa lo más mínimo, ¿qué nos queda? Supongo que actuar a pequeña escala, o simplemente rendirnos a un futuro inevitable y apocalíptico. Quizás al final el movimiento punk tenía razón, y acabaremos viviendo en un mundo arrasado donde los ricos sigan viviendo como si nada y el resto vivan en un planeta con condiciones extremas; eso sí, seguro que con el tiempo incluso se acaben acostumbrando los que no hayan muerto... Pero si podemos intentar de dejar de mirarnos nuestro ombligo humano y atendemos al mundo que nos rodea más allá de nuestra poca visión espacio-temporal, quizás y sólo quizás logremos salvarnos.

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